Páginas

domingo, 8 de septiembre de 2013

Caballeros del Cónclave - Déspota (I)

- ¡Mando, aquí el capitán Weegum! ¡Mando, respondan, por el Trono! -otra bomba estalló cerca del edificio que usaban como sala de comunicaciones. Llamarlo edificio era ser amables; era más bien una ruina que todavía se mantenía en pie el Emperador sabía porqué.

- Capitán, aquí el Centro de Mando. Le recibimos con dificultad -la voz tranquila del operador de comunicaciones se veía interrumpida por las interferencias y la estática.

- ¡Solicito refuerzos, repito, solicito refuerzos de inmediato! -la estructura se estremeció de nuevo, y una lluvia de polvo y pequeños fragmentos del techo cayó sobre el puesto de comunicaciones- ¡La situación es incontenible! ¡Nos están desbordando! ¡Envíen refuerzos, por el Trono!


- Negativo, capitán. Deberá mantener la posición con los efectivos disponibles. El Mariscal no pu...

Weegum cortó la comunicación con un golpe de rabia. Ese estúpido Mariscal no tenía ni idea de lo comprometida que estaba la situación. La cadena de mando del Octogésimo Quinto de Cadia se había ido al carajo. El coronel Ferman y el mayor Hanador habían muerto junto con casi la mitad del regimiento, y con aquel intenso bombardeo, a penas podían comunicarse entre los que quedaban. En apenas un par de días, habían perdido todo el terreno ganado el mes anterior. El contraataque había sido devastador. El mismísimo Déspota lideraba las tropas del archienemigo, y había sido él quien había acabado con la vida del coronel en combate singular casi sin despeinarse, y eso que el coronel era un veterano condecorado de incontables batallas.



- ¡Sargento! -el furioso grito de Weegum resonó por encima del bombardeo. Casi al instante, el sargento Garvel se presentó ante él- ¡Se acabó, al cuerno todo! ¡Nos largamos de aquí! ¡Ordena a todas las unidades que se retiren! ¡Retirada general!

- ¡Si, señor!

- ¡Y quiero que minen las posiciones que dejamos atrás! Si esos cabrones van a quedarse con estas ruinas de mierda, se llevarán una desagradable sorpresa.

El sargento Garvel salió corriendo a transmitir las órdenes, cuando entró el comisario Ravian. Solo con verle la cara, Weegum supo que había escuchado sus últimas órdenes. Llevaba la funda de la pistola bólter desabrochada.

- No quiero ni oírle, comisario. No me voy ni a molestar en explicarle la situación. Ya puede oírla usted mismo -Weegum hizo un gesto con la mano, abarcando todo el edificio-. Nos están masacrando. Esto ya no es cuestión de disciplina, es cuestión de sentido común. Quedarnos aquí y morir no aportará nada.

- Capitán Weegum, la retirada no es una opción -Ravian hablaba con voz firme y autoritaria-. Las órdenes del alto mando eran mantener la posición y defenderla del archienemigo. No voy a consentir este desacato.

- ¡Venga ya! ¡Por el Trono, Ravian! ¿Qué va a hacer, pegarme un tiro? ¡Hágalo, y entonces sí que estaremos perdidos! -el comisario desenfundó la pistola- ¡Vamos, le reto! ¡Dispare si tiene coj...

- ¡Señor! -un soldado entró en la sala a la carrera- ¡Señor, tiene que venir a ver ésto! ¡Es un milagro!

Weegum y Ravian se miraron, confusos. El comisario volvió a guardar la pistola y ambos salieron corriendo tras el soldado. Fuera del puesto de comunicaciones, se desataba el infierno. A unos cincuenta metros de allí, sus hombres defendían las barricadas que habían levantado a toda prisa. Su compañía estaba apostada en una amplia calle, y las tropas del archienemigo habían tomado posiciones en los edificios en ruinas de enfrente. Una cortina de fuego láser inundaba la tierra de nadie. Proyectiles de mortero y granadas estallaban tras las barricadas, matando a sus hombres, o se quedaban cortos y levantaban columnas de escombros. La situación era insostenible. Pero en ese momento, Weegum y Ravian los vieron. En el flanco izquierdo, atravesando las barricadas que sus hombres habían levantado, vio tres inmensos tanques de asalto que se lanzaban contra las líneas enemigas. Eran tanques blindados modelo Rhino, pintados de negro. Aquello sólo podía significar una cosa...


- Capitán -una atronadora voz sonó a sus espaldas. Weegum y Ravian se volvieron-. El Adeptus Astartes del Emperador, ha llegado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario