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sábado, 2 de noviembre de 2013

Crónicas de Vallespino - Prólogo III

Bueno, bueno. Por fin ha llegado el día. Nueva entrada con más y mejor. Esta vez, he hecho caso a las críticas y he sustituido las comillas por el clásico guión en los diálogos. Espero que disfrutéis.



Damien


Cabalgaba como nunca había cabalgado en su vida. Era una carrera, una carrera a vida o muerte. Llevaba todo el día cabalgando a toda velocidad, cruzando los pasos y atravesando valles. La noche estaba a punto de acabar, y por fin, vislumbró la silueta de la imponente fortaleza cortada contra el sol naciente. Bastión de Tormentas. Por fin llegaba a su destino, agotado y entumecido. Se sorprendía de que su montura no hubiera desfallecido aún; seguramente comprendía también la gravedad de la situación. Cuando estuvo más cerca, pudo distinguir el bosque de pabellones que conformaba el vasto campamento de guerra de las huestes de Lord Robert.

- He de ver a Lord Robert de inmediato.- El escudero que le estaba atendiendo dudó durante un instante. - Traigo un mensaje de gran importancia. Es menester que lo vea sin demora. - Finalmente, el escudero decidió acompañarle al pabellón de Robert Baratheon. Era fácil identificarlo, pues era el más grande, y estaba coronado por un estandarte enorme que mostraba el ciervo rampante de la casa Baratheon.

Damien irrumpió en plena discusión.

- ¿Quién sois, que osáis interrumpir el consejo del Rey? - Damien no reconoció al señor que había hablado, cuyo emblema eran tres hebillas de latón. Por un momento, pensó que había obrado mal. Interrumpir el consejo de guerra de Lord Robert podría incurrir en su ira.

- Esperad, Ralph. - dijo un hombre con un cuervo negro en su escudo. - Es Damien Hawthorn, mi primo. Hacía muchos años que no te veía. - Damien sonrió aliviado cuando Ronnet Morrigen, señor del Nido de Cuervos, le saludó. Tras estrecharle la mano, Ronnet se dirigió al perplejo señor de Bastión de Tormentas. - Mi señor, este hombre es amigo y familiar. Si ha venido de tan lejos con tanta urgencia, es que tiene algo importante que contarnos.

- Así es, mi señor. - Damien se arrodilló ante el joven Baratheon.

- ¡Hablad ya, maldita sea! - La potente voz de Robert inundó el pabellón, haciendo que los señores allí reunidos callaran. - Espero que la interrupción merezca la pena, porque si no, alguien pagará.

- Mi señor, hace unos días, mi padre Dovyn Hawthorn desoyó la llamada de los Tyrell y alzo sus estandartes por vuestra causa. Ahora mismo, se dirige hacia aquí con quinientos hombres para apoyaros. - Los lugartenientes de Robert asintieron y murmuraron en aprobación, sin embargo, Robert Baratheon seguía en silencio, pues había intuido que aquella buena noticia no era la única que traía Damien. - Sin embargo, mientras cruzábamos los pasos, interceptamos un mensajero. Llevaba ordenes para Lord Cafferen. Mi padre me ha enviado para avisaros, mi señor, los Cafferen, los Grundison y los Fell planean reunir un gran ejército en Refugio Estival para aplastar vuestra rebelión.

Durante unos segundos, se hizo el más absoluto de los silencios en el pabellón. Damien sabía que eran malas noticias. Si aquellos tres señores llegasen a reunirse y plantar cara a Robert Baratheon, ¿qué impediría que otros señores de las tormentas hiciesen lo mismo?

- ¡Nos marchamos en una hora! - el repentino aullido de Robert sorprendió a sus lugartenientes - ¿Maldita sea, no me habéis oído? ¡He dicho que nos marchamos en una hora! ¡Me llevaré toda la caballería y las tropas más frescas! Viajaremos a marchas forzadas a Refugio Estival antes de que esos tres presuntuosos se reúnan.

- Mi señor, ¿qué ocurre con el asedio del Nido del Grifo? -preguntó Lord Swann- Los Connington todavía son leales al Rey.

- Nido del Grifo es un castillo pequeño. Llevaos a vuestras tropas allí y organizad un sitio. Ya nos ocuparemos de Connington en su momento. Mi hermano Stannis se quedará en Bastión de Tormentas con mil hombres y mantendrá la plaza. Bien, creo que mis ordenes han quedado bien claras. En una hora marcharemos sobre Refugio Estival, y por los Siete Infiernos, ganaremos la primera batalla de la guerra.



Damien no daba crédito a lo que había ocurrido. Lo habían conseguido. El ejército de Robert Baratheon, parte de él al menos, había llegado a las ruinas de Refugio Estival, y no había señal alguna de los ejércitos lealistas. Y sólo habían tardado una jornada a marchas forzadas. Había sido duro. El caballo con el que Damien había llegado a Bastión de Tormentas había muerto de cansancio mientras él informaba a Robert, así que le habían proporcionado otro, que estaba igualmente al borde de la muerte.

A mitad de camino se les unieron los quinientos hombres que su padre había traído, y volvían a estar juntos. En total, las fuerzas de Robert sumaban menos de seis mil espadas. Según los informes, los lealistas eran más de diez mil. El panorama era desesperanzador.

No hacía ni una hora que habían llegado cuando los exploradores dieron la señal de alarma. Un ejército se aproximaba por el sureste; cuatro mil hombres al mando de Lord Grandison. Robert ordenó el ataque inmediatamente. Fue glorioso. Cayeron sobre los lealistas cuando aún no se habían preparado para la batalla. Fue una masacre, y apenas sufrieron bajas. Durante el combate, Lord Grandison fue capturado, así como centenares de caballeros. La moral estaba por las nubes.

Era media mañana, y no había noticias de los otros dos ejércitos, así que Robert ordenó que las tropas descansaran mientras pudiesen. Robert era increíble. Los hombres lo adoraban. Damien mismo se sorprendió cuando se dio cuenta de que él mismo sentía que todo lo que se propusieran sería posible junto a Robert. Había dicho que llegarían a Refugio Estival antes que el enemigo, y lo habían hecho. Había dicho que derrotarían a los lealistas, y lo estaban haciendo. Y verlo en el campo de batalla era inspirador. Siempre luchaba en primera linea, blandiendo un enorme martillo de guerra con el que aplastaba a cualquiera que se le pusiera delante. Era el mismo Guerrero.

Por la tarde, volvieron los exploradores con noticias. Dos grandes ejércitos se aproximaban por el norte, aunque los exploradores aseguraban que no llegarían al mismo tiempo. Robert no desaprovechó la oportunidad. Preparó a las tropas, unos cinco mil hombres, y formó una linea de batalla. Al poco tiempo, apareció el enemigo. Era el ejército de Lord Cafferen, otros cinco millares de soldados. Aquella fue una batalla dura. El choque entre los dos ejércitos fue brutal. Cientos murieron, incluso Damien resultó herido, pero al final, Robert prevaleció. Lord Cafferen fue capturado y se rindió. Pero aquella vez, no iba a haber descanso. Aún no habían acabado de reagruparse los supervivientes, que en el horizonte divisaron el ejército de Lord Fell. A Robert solo le quedaba menos de la mitad de los hombres con los que había llegado a Refugio Estival. Damien pensó que aquella vez no lo lograrían. Ahora les superaban en número. Pero con Robert Baratheon, lo imposible se tornaba posible. Sin amedrentarse, ordenó formar de nuevo, pero cuando el enemigo se aproximó, ordenó retroceder. Era una estratagema, y funcionó. Cuando los lealistas iniciaron la desorganizada persecución, Robert ordenó dar media vuelta. Fue un choque brutal. Damien luchó junto al señor de Bastión de Tormentas, viéndole blandir su martillo, asombrándose una y otra vez. El enemigo les superaba en número, pero seguían luchando y, por encima de todo, seguían ganando. Damien vio con sus propios ojos como Robert mataba a Lord Fell en combate singular. El martillo de guerra le aplastó el yelmo como si fuera una sandía. Allí se ganó la batalla, pues al verlo, Hacha de Plata, hijo de Lord Fell, se rindió. Lo habían logrado.


Damien sentía que podían conseguirlo. Con Robert, lo imposible se había hecho realidad. Con la victoria de Refugio Estival, los señores de las tormentas que aún dudaban del poder de Robert y su causa ya no dudarían más. Todos se unieron a él. Incluso Lord Cafferen, abrumado por el carisma de Robert, le había jurado lealtad. Ahora, el ejército de Robert, reforzado por los nuevos aliados, marchaba hacia el oeste, hacia el Dominio, a asegurar la frontera antes de marchar al norte y reunirse con los Stark y los Arryn. Damien sonrió mientras marchaba junto a Robert al frente de la columna. Podían conseguirlo, podían vencer. El tiránico reinado de los Targaryen llegaba a su fin, y él iba a ayudar a que un nuevo y mejor rey tomase el Trono de Hierro. Rey Robert I de la casa Baratheon, pensó Damien, suena prometedor.


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